Es lo que pasa cuando el arte se mueve de lugar en el mundo rural, los catálogos de exposiciones encuentran acomodo en cajas que inicialmente servían de transporte para carnes y despojos. El telar pasará de la nave de patatas a un antiguo pajar. Así es la vida, asombrosa, impredecible, cíclica. Siempre transformando, nunca parando.
Así también se siente el KUKU, en muda, en mudanza, en mutación.